Uno de nuestros amigos ha visitado la sede del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología en A Coruña y nos ha pasado sus impresiones para nuestro blog. Este museo fue inaugurado en mayo por los Príncipes de Asturias. Se trata de un proyecto del gobierno Zapatero, seguramente pensado para mayor gloria del final de su segunda legislatura; sin embargo, al adelantar las elecciones (y no cumplir los plazos) se lo ha llevado el siguiente…
Este Museo tiene, hasta ahora, dos sedes. La primera está en Madrid, y según su web es provisional, de forma que comparte ubicación con el Museo del Ferrocarril del Paseo Delicias. La segunda es la inagurada en A Coruña, según parece como primera ventana del museo hacia el resto se España, ya que tiene vocación de abrir varias sedes por todo el territorio nacional.
En A Coruña ha ocupado el edificio de cristal, un enorme edificio que está más allá del estadio de Riazor. Lo primero que sorprende es la entrada, que está por detrás, no por el esperable lado del paseo marítimo. Lo segundo que llama la atención es que de las ocho plantas sólo se han inagurado cuatro.
El personal del museo te insisten en la hora a la que hay que ir a ver a Pepexán y su compañera. Se trata de dos robots que introducen la entrada. Parecen pensados como enganche para los niños, y a determinado rango de edad, sin duda les llamará la atención. A nosotros nos pareció que se da demasiado a bombo a un recurso simpático pero que hace un discurso excesivamente largo, que intenta tener gracia sin conseguirlo, y que ha nacido ya viejo (C3PO se movía con más agilidad hace treinta años).
La primera sala visitable incluye una miscelánea dedicada a la tecnodiversidad (a través de la evolución u múltiples tipos de martillos), a piezas de laboratorio de física y química, a patentes de objetos cotidianos (como las cuchillas de afeitar), un rincón chapuzas para montar y desmontar trastos, y una zona de curiosidades.

La segunda sala se llama «mayúsculas» y se dedica a máquinas de grandes dimensiones como una linterna de la torre de Hércules, un alambique gigante del siglo XVIII o el primer ordenador que hubo en España, de 1959, cuyo tamaño es como el del salón de un piso actual.
La sala «patrimonio» recoge varios objetos del siglo XVIII como un astrolabio, un sextante, un reloj de sol… Hay también una galería de innovadores españoles, y finalmente la sala Iberia, que contiene el morro del avión Jumbo Lope de Vega, que sirvió para la compañía Iberia, que en 1981 transportó a España el Guernica de Picasso desde Nueva York. Completan la sala otros elementos como la turbina de un motor de un Boeing 747, una sección de un ala o unas cajas negras de avión.
En general los museos de ciencia siempre nos han parecido atractivos. Aunque no tengan un hilo conductor claro o definido, siempre tiene recursos y objetos sorprendentes y muy atractivos. En este Museo nos ha gustado que sus paneles están en tres idiomas, pero no con el texto repetido en esos tres idiomas, sino con una parte de la historia en castellano, otra en gallego y otra en inglés. Sin duda una buena forma de fomentar el plurilingüismo sin agobiar y de forma dinámica. La sala patrimonio es un poco sosa; la sala miscelánea es un poco caótica y confusa, pero sus argumentos parciales son interesantes.

La mejor sala, sin duda, es la sala Iberia, dedicada al avión. No es apta para temerosos del aire, porque al ver los materiales tan ligeros con los que se hace el avión (aunque sean de la mayor resistencia), alguno igual no vuelve a pisar un aeropuerto… Pero es impresionante ver una sección de un avión tal cual, con el descomunal tamaño de una de las naves más grandes que han surcado el aire. Se puede subir por una escalera viendo sus diferentes plantas, zona vip incluida, cuyas butacas tipo «de cine» harían palidecer al dueño caradura de Ryanair. Lo mismo sucede con la turbina, un amasijo de metal descomunal ante lo cual uno se pregunta, ¿cómo vuela esto?

Así que la exposición es más que recomendable, sin que por ello podamos obviar una reflexión sobre lo que ha sido la política cultural de los últimos años. Un auténtico despropósito. Cuando uno ve un edificio tan inmenso, que se hizo sin conocer su destino final y que se llenó con este museo como solución para darle contenido, que el proyecto era tan faraónico que se dejó a medias, cuando ve uno la cantidad de personal y de recursos que supondrá el mantenimiento de este edificio, se pregunta uno, ¿a dónde vamos? De dónde venimos, ya lo sabemos: de la insesatez. Pero, ¿a dónde vamos?
A Coruña es una ciudad española importante, la nº 17 por población, pero esta oferta cultural nos parece exagerada. Recordemos que tiene un museo de bellas artes, un museo arqueológico de la ciudad, la torre de Hércules, un acuario y el extraño complejo de la Domus, que viene a ser otra especie de museo de la ciencia… No dudamos que hay que evitar que todos los museos estén en Madrid y Barcelona, y sin duda es mejor gastar el dinero en esto que en construir más pisos en primer línea de playa pero, ¿habrá gente para visitar todo y tanto?
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