Ayer la Escolanía de San Salvador puso fin al VIII Ciclo de Música Sacra, Maestro de la Roza, en la Iglesia del Monasterio de San Pelayo de Oviedo, donde interpretó el Requiem de John Rutter.
El concierto fue dedicado a la memoria de Diego Monestrina Labra, un niño de 13 años fallecido hace unos meses, pérdida muy sentida para el coro de la Escolanía y para las hermanas de San Pelayo, como recordó la madre abadesa Rosario del Camino Fernández-Miranda.
La obra de John Rutter se interpretó de forma brillante y plena de emoción. Se trata de una partitura contemporánea que sabe reunir la fuerza de la música clásica más conocida con la renovación del lenguaje más actual, lo que la sitúa a la altura de otras misas de requiem clásicas como las de Mozart, Brahms o Verdi.
Para nosotros destacaron las voces femeninas que demostraron su gran trabajo y su esfuerzo para alcanzar con éxito las exigencias más agudas de esta obra, apoyadas en la solidez y la fuerza de las voces masculinas, todos ellos bajo la batuta del responsable musical del ciclo, Gaspar Muñiz. El coro fue acompañado por media docena de instrumentos: el órgano de San Pelayo, a las manos de Elisa García Gutiérrez, el oboe de Juan Ferriol, maestro principal de la OSPA, el arpa de Miriam del Río, también maestra de la OSPA, la flauta de Alba García, el violonchelo de Elena Miró, y la percusión a cargo de Andrés García y Jaime Moraga. El ritmo intenso que marcaron los timbales y el órgano, la fuerza del cello y la dulzura de los pasajes del oboe y del arpa complementaron a la perfección los matices emotivos de esta obra, que como buena misa de requiem se mueve entre la manifestación de tristeza y el recogimiento por la pérdida de la vida terrena y el sentimiento de triunfo sobre la muerte que significa alcanzar la plenitud de la vida eterna.
La iglesia de San Pelayo se quedó pequeña para este concierto. El público asistió con un respetuoso y emocionado silencio que explotó en intensos aplausos al finalizar la obra, ante una interpretación extraordinaria. A continuación la Escolanía rindió homenaje a sor Ángeles Álvarez Prendes, maestra de música sacra que, desde la clausura de San Pelayo y con ayuda del Alfredo de la Roza, se enfrentó a la renovación de la música sacra después del Concilio Vaticano, de forma que se pudo mantener el uso litúrgico y religioso de la música gregoriana, expresada en lengua castellana. Sobrepasada por este reconocimiento Sor Ángeles explicó con sencillez esta labor que confesó no sentir como extraordinaria, sino como simple fruto de su trabajo y de su obligación; para transmitir sus sentimientos citó el Salmo 138, «es sublime y no lo abarco«, que resume a la perfección su emoción.
Finalizó así el trabajo de este año de la Escolanía de San Salvador. Asturias es una región rica en grupos corales con gran tradición. Aunque los más conocidos sean el coro de la Fundación Príncipe de Asturias, el coro universitario o el coro de la Ópera de Oviedo, existen varias escolanías, coros, ochetes… agrupaciones de todos los tamaños. Buen ejemplo es esta Escolanía de San Salvador, como también lo son los coros de la asociación Siero Musical, de los que hemos hablado en otras ocasiones.
Todos ellos son buena muestra de la capacidad de la sociedad civil para organizarse en torno a una manifestación de la cultura, para estudiar y profundizar en ella, para practicarla, mantenerla viva y difundirla. La mínima aportación que las instituciones públicas aportan como ayuda se ve multiplicada, gracias al trabajo sin descanso de asociaciones como estas, en la divulgación de conocimiento y de sentimientos, en definitiva, de cultura.
Por todo ello, desde nuestro blog queremos animar a la Escolanía de San Salvador a que continúe llenando con tanto entusiasmo el amplio espacio de la música sacra, uno de los capítulos musicales más ricos de nuestra sociedad.
Las imágenes del acto de ayer las hemos tomado prestadas de LNE; concretamente la de sor Ángeles con Ignacio Rico es de Luisma Murias.