Tercera parte. Una vez en la segunda planta del Museo Arqueológico de Asturias, accedemos a los contenidos relacionados con la Edad del Hierro y la Época Romana. Sobre el edificio de la ampliación se desarrolla el periodo castreño, tanto la fase prerromana, como la conquista y el fenómeno de la minería del oro en el Suroccidente de Asturias.
La primera Edad del Hierro nos muestra los descubrimientos realizados en los castros de la ría de Villaviciosa en sus fases más antiguas, así como los de los castros del Navia. Se trata de la parte de la exposición más extraña de todo el museo, ya que frente a la abundancia generalizada de piezas, aquí nos encontramos con alguna vitrina semivacía.
En otros casos hemos observado piezas de indudable valor documental, pero de interés patrimonial dudoso; es decir, que podrían haber sido sustuidas por un discurso mejor desarrollado en vez de esforzarse por exponer objetos de tan poca calidad.
La parte dedicada a la segunda Edad del Hierro está mejor matizada. En un lado se desarrolla el discurso relacionado con las formas de subsistencia y enfrente se ubican varias cuestiones de difícil interpretación todas ellas agrupadas dentro del mundo simbólico de los castreños prerromanos.
Destaca, sin duda, la pieza más relevante de todo este apartado, la réplica de la Diadema de Moñes, una pieza singular, la mejor muestra de orfebrería castreña de Asturias, cuyos fragmentos se encuentran repartidos entre el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de Saint-Germain-en-Laye, París y el Museo de Valencia de Don Juan.
Este apartado se completa con una referencia a la conquista. Una maqueta del campamento de La Carisa y los materiales correspondientes a la impedimenta militar, junto con otros restos localizados en este yacimiento componen este apartado, al que acompaña un audiovisual de gran calidad.
Dentro ya de la romanización pura y dura se trata el tema de la minería romana del oro, que supuso la pervivencia, transformada, del poblamiento castreño principalmente en el suroccidente de Asturias. Aquí se destaca una escenografía en la que se han montado unos cuadros de la mina romana de Boinás, de Belmonte de Miranda. Se trata de unos elementos de gran relevancia por entidad y su antigüedad.
En general este apartado es el que menos nos ha gustado. Mantiene con el anterior un discurso un tanto literario, con hipótesis de dudosa credibilidad planteadas como tópicos científicos asumidos por toda la comunidad científica. Es la parte de todo el Museo en la que se nota más la falta de elementos didácticos que nos permitan comprender las piezas. Finalmente parte de la colección es la que menor interés ofrece, ya que el hierro en general, se conserva mal y es poco agracecido.
En conclusión, esto mismo se podría haber contado en un espacio más reducido, o en el mismo espacio, con menos piezas y alguna concesión más a una museografia más moderna y actual. La ventaja es que hay espacio de sobra para meter más piezas, aunque confiemos en que los hallazgos del futuro sean un poquito más relevantes y más atractivos que los actuales.
El apartado castreño es con diferencia el que me ha parecido más flojo del Museo. El discurso, flojo y con mucha carga ideológica. Los materiales expuestos, por lo general, son bastante pobres. Los de los castros de Villaviciosa acaparan demasiado protagonismo, cuando su calidad no debería dar ni para media vitrina. En cambio sorprende que falten piezas conocidas, como por ejemplo los pendientes de Chao Samartín.
Muy decepcionante, vaya.
Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.